Una joven secuestrada de la Tierra y en un planeta extraño es perseguida por distintos seres con diferentes intenciones cada uno. ¿En quién podrá confiar? ¿Quién podrá ser su aliado? ¿Quién podría ser su amigo? Sola en un mundo desconocido sólo podrá correr y escapar.
¿Cómo es recobrar la conciencia en un planeta extraño; que de a poco tu mente se vaya amoldando a nuevas y extravagantes situaciones que te tocan vivir, sin por ello caer en la locura? Eso es lo que le sucedió a Vitala, una muchacha secuestrada de la Tierra y llevada a un planeta lejano en donde varios cyborgs distintos se la disputarán una y otra vez con diferentes intenciones cada uno. Atrapada y sola en ese planeta, Vitala tendrá que correr y escapar, si quiere seguir viva, intacta o libre.
Una aventura de ciencia ficción con seres mezcla de carne y máquina; una colección de personajes a los cuales no será difícil apreciar; un viaje colorido en donde el lector asistirá a las aventuras y peripecias de una jovencita inexperta (y atolondrada en ocasiones) que va de un lugar a otro las más de las veces en contra de su voluntad.

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"Y espero (principalmente) que te encariñes aunque sea con un personaje y que lo adoptes en tu alma en lo que dure tu lectura."

miércoles, 7 de diciembre de 2011

"El actor que moría". Minicuento.

Las ideas que ocurren en la duermevela (ese estado entre el sueño y la vigilia, cuando uno se está empezando a despertar) son las mejores. Muchas veces no tienen la estructura del pensamiento racional de la vigilia. Y además suelen ser muy creativas. En uno de esos estados concebí la escena inicial de mi libro "Carne y Cable" (una chica corriendo por un bosque) y también su nombre... "Vitala".
Y es en uno de esos estados de duermevela cuando concebí la frase final de este cuento corto. Y como muchas veces esas ideas de la duermevela se quedan en la cabeza de uno insisitiendo en ser escritas (no son de esas ideas que permanecen y que aguardan tranquilas, bosquejadas en un cajón), como también me pasó con mi cuento "Cara, la Profanadora de Tumbas", resolví entonces escribir este minicuento.


Era un actor que tenía la habilidad de morir en cada función. Y sus muertes en cada uno de sus espectáculos unipersonales eran tristes, o bien heroicas, o crueles, o esperanzadoras, o épicas, o desgarradoras, o festivas, o simplemente sencillas como si sólo se quedara quieto y se durmiera. Y así permanecía, muerto, hasta poco antes de comenzar un nuevo show, en donde revivía para dar el monólogo inicial.
Y cuando la temporada estaba por terminar, el teatro colocaba un cartel muy grande en la entrada que decía:

"ÚLTIMAS DEFUNCIONES"


7 de diciembre de 2011, miércoles.