Y es en uno de esos estados de duermevela cuando concebí la frase final de este cuento corto. Y como muchas veces esas ideas de la duermevela se quedan en la cabeza de uno insisitiendo en ser escritas (no son de esas ideas que permanecen y que aguardan tranquilas, bosquejadas en un cajón), como también me pasó con mi cuento "Cara, la Profanadora de Tumbas", resolví entonces escribir este minicuento.
Era un actor que tenía la habilidad de morir en cada función. Y sus muertes en cada uno de sus espectáculos unipersonales eran tristes, o bien heroicas, o crueles, o esperanzadoras, o épicas, o desgarradoras, o festivas, o simplemente sencillas como si sólo se quedara quieto y se durmiera. Y así permanecía, muerto, hasta poco antes de comenzar un nuevo show, en donde revivía para dar el monólogo inicial.
Y cuando la temporada estaba por terminar, el teatro colocaba un cartel muy grande en la entrada que decía:
"ÚLTIMAS DEFUNCIONES"
7 de diciembre de 2011, miércoles.